Y siempre terminare contigo, sin justificaciones ni méritos
porque nunca serás lo mejor que tuve y yo nunca estaré a la altura de aquellas
expectativas paganas de las que acostumbras alardearte.
Y terminaremos cruzándonos, alegando que al final éramos el uno para el otro, sin considerar que la justificación de ese encuentro solo es el fracaso inevitable de las fantasías que deseamos convertir en realidad y que nunca concretamos.