lunes, 11 de febrero de 2019

La Sonrisa de Voltaire


Vino a mí un día libre, como lo llamamos acá. Esos donde podrías darte una escapada para olvidarte por unos instantes la miserable vida que cursabas. Ella era Renoir y yo las sombras de Rembrandt. Ambos no apreciábamos al congénere, pero nos jugábamos en la distancia - por esos días aun corta - cierta simpatía por nosotros mismos. Nuestra mensajería era abundante. Las tensiones acrecían en cada encuentro. La fortuna radicaba en las aventuras de nuestras salidas que, sin orden ni planificaciones, terminaban siempre por ser anecdóticas. He renegado siempre de lo anecdótico por su carencia de sencillez. Pero estas ocurrencias suscitaban en el exacto ámbito de lo sencillo. 

Se dieron por estas razones días llenos de libertad, sin ajustarnos al calendario. Sonrisas que atontaban mas nuestros rostros. Estar sentados escuchándonos, aprendiendo y corrigiéndonos durante el poco tiempo que tuvimos fue gratificante. El espacio que teníamos siempre era poco. Como en un cuarto lleno de libros, nos arrimábamos en una esquina, para que, después del sexo que luego fue amor, nos contásemos algo. Yo buscaba su atención y ella no creía su impacto. Quizás en el fondo, no nos queríamos mucho en solitario. Sus manos, su nariz, su cuello, su espalda, sus labios, sus ojos, sus dientes, su pelo, sus hombros, sus incontables lunares, su sueño profundo, sus senos suaves y sus piernas firmes me cautivaron. La dibujaba constantemente cuando la miraba. Le regale Rayuela para que asimilara la figura del amor en aquel movimiento browniano. Hoy se va ciertamente y debo dibujarla, aunque no se guste, para que se quede algún tiempo más mientras decide regresar o quedarse en España.

Ya ha pasado un tiempo y se mantiene la correspondencia en la distancia. Sin embargo, es inverosímil. Debo tocarla para seguir creyendo. Soy como ese apóstol de Cristo que dudó su resurrección. Por lo general soy un hombre que se cuestiona siempre. Incierto hasta para el afecto. Debo tocarla porque existe la necesidad, las ganas y la pena de hacerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario