Estamos irresistiblemente atraídos por quien nos traerá los problemas necesarios para nuestra propia evolución.
AJ

CAPITULO I
M. tenia los ademanes propios de un italiano, el lenguaje masticado de un castellano esforzado con acentuación exagerada en las "s" y "z", precario en el uso de sinónimos o sustitutos para aquel nuevo idioma, pero no carente de conocimientos varios y de inteligencia, que sabia trazarlos en un verbo sencillo y adaptable. Ordenado como proveniente de alguna escuela alemana y ligeramente misántropo, sin llegar al pesimismo. Prevalecía en el la confianza en el ajeno, aunque un hastió mas reducido que el normal aceptado, el que tenia que sobrellevar con algunas copas de vino. En su autosuficiencia entendía, o suponía asegurarse, de que era capaz de soportar cualquier soledad, total, se había deslindado de su nido a corta edad y desde entonces a diferencia de su casta, seria el único que buscaba una estabilidad económica forjada por el estudio. El mismo que le genero ciertos sacrificios o el que engendraría ciertas sombras. Paralelamente J. no había dejado nada, el destino o las circunstancias le regalaron el desliz de la muerte cercana, las distancias justificadas y las partidas de quienes lo rodearon. Su incapacidad de comunicarse por otras formas que no sean las escritas, impedían cualquier relación social. Creció esperanzado solo en leer a Wilde, quizás lo marco ciertas lineas tales como que A veces, podemos pasarnos años sin vivir en absoluto y, de pronto, toda nuestra vida se concentra en un solo instante. o quizás convenga recordar lo que decía respecto a que la pasión nos obliga a pensar en círculos. Alto y delgado, de pelo ondeado y barba oscura con ciertos rebeldes rojos vistos a contraluz. Atractivo para ciertas viudas, feas y pre-universitarias. Su cíclica consistía en durar poco en alguna labor, estaba aburrido desde los 18 de trabajar, pero necesitaba hacerlo o al menos lo suponía. La carencia de atención hacia los demás y las realidades de todos sus empleos lo invitaban a revelarse, sin entender el marxismo, se desempeñaba hasta asimilar cualquier brote de plusvalía. Odiaba a sus compañeros, por lo que no aceptaba un conjunto, resultando estas exaltaciones meramente egoístas, aunque ocultamente compartidas y hasta cierto punto envidiadas. Luego de retirarse se enteraba que las cosas seguían igual, que aunque haya sido útil y bueno en lo que le confiasen, su ausencia no desentonaba, la tranquilidad de la monotonía es para muchos una costumbre aceptada. Su intrascendencia hacia resumir sus constantes, trabajaba para satisfacer una necesidad y renunciaba para viajar a cualquier parte, retornando para volver a trabajar y así sucesivamente. Podría decirse que J. y M. son diferentes y que el marcado aislamiento de uno, impediría la aceptación del otro. Pero las suposiciones nos han definido siempre como lo que no somos. Son solo las circunstancias las que pueden afirmarnos, salvarnos o sacrificarnos.
Bajo esas razones o suposiciones, según convenga colocarnos, M. apareció o J. apareció en la vida del otro. Ambos solo satisfacían dudas buscando engañarse. Para J. cualquier presente debería adecuarse a sus experiencias pasadas, coloreandolas y gratificándolas. Para el, toda relación era el reflejo del fracaso de la primera. Por ello, a medida que conocía a alguien, lo introducía en su pequeño mundo que según el, quedaba siempre inconcluso e irrealizable, por ello, para J. todo ser que pudiera valorarse, satisfacía la precaria vida que la precedió. Para M. el inconsciente era algo que podía sanarse a través del lenguaje. Sus relaciones anteriores le hicieron entender el egoísmo basado en el servilismo de la otra parte. Aceptar el egoísmo nos ponía en una posición, en la cual, debíamos aceptar cualquier sacrificio por el otro. El tiempo traería consigo la costumbre y luego de esta o, en ella misma, la separación, parcial o definitiva, empujaría vitalmente a la satisfacción de los deseos reprimidos y por ello a una nueva esperanza para ser egoístas o caer nuevamente en el desprendimiento hacia el ajeno. Para uno la culpa era irremediable y para el otro, lo que pudiera conversarse comprometía alguna continuidad.
J. sabia que después de que alguien formara parte de su espacio, no quedaría mas que el boceto. Una parte de este sobreviviría en su inconsciente para llegar a armar aquel rompecabezas infinito. Vivía sin pasado, pero sospechando que lo tuvo. M. comprendía que su presente se debía a la existencia de un pasado, del que supo adueñarse, apoyarse o simplemente distraerse. Solía traerlo para reescribir su presente intentando en la constancia de la comunicación, toda falta de olvido.
Para M. este nuevo personaje seria alguien mas en su vida, que añadirá para repetir sus charlas y vivencias. Para J. este será, alguien con quien decidirá deslindarse de todo. Dicho engreimiento, podrá resultar, en el descubrimiento de la otra parte ó quizás en alguna decepción.
CAPITULO II
J. se acomoda las medias, que trazan líneas de colores suaves que varían los marrones hacia una totalidad naranja, para volverse marrones y caer en la planta del pie, con una división oscura, que marca el talón y que culminan en las mismas rayas que oscilan los marrones. Posterior a aquel baño rápido de temprana mañana, del que buscaba, en este acto, previamente descrito, algo de calor, previniendo cualquier afección. Su salud, al parecer parecía preocuparle, sin embargo, sus riñones debemos informar, no se habían caído ya, por la cantidad de carne que simula un abdomen, ya por el exceso de grasa, algo abultado. Esta precariedad o mal gusto a la vista, era en su caso, algo mutable, bajaba y subía de peso a causa del sedentarismo y por la misma ausencia de este. Sus espacios entre alguna labor y otra, lo empujaban a la caminata y a la resolución de viejos problemas, que se mantenían aun sin resolver, quizás como una muletilla de su peculiar vida. Los pantalones que usaba nunca se le acomodaban bien, ya que eran variados, según la protuberancia de su abdomen y de las ganas que tuviera de salir, usaba para evitar algo de ansiedad, mayormente, busos o driles elásticos. Polos estampados aun en sus treintaitantos y gorros para ahorrarse el hecho de peinarse. En ocasiones, usaba pantalones que ornaban algo sus piernas delgadas, correas oscuras y camisas entalladas que, ante el ajuste del pantalón, ocultaban levemente su abultado abdomen. Para ello usaba también abrigos delgados y amplios. Se peinaba o mejor dicho, acomodaba aquellas lineas ondulantes de su cabeza, las cuales ajustaba en vano, con algo de gel para cabello y acondicionador. Al trabajo, dependiendo de la importancia que le daba y de las exigencias de estos, iba como peor se le viniera en gana. Existieron algunas labores que lo obligaban ir como si asistiera a algún matrimonio o reunión importante. Al final, en todos estos lugares, desempeñaba funciones iguales, por lo que renegaba de los disfraces que en cada empresa pedían. Lo único que tenia claro cada mañana, después del baño, eran las medias que tenia que ponerse o no, según el clima tan impredecible que rige en Lima, lo demás, hasta el calzoncillo eran determinados por las circunstancias, los eventos, la vestimenta a acompañar o cubrir y hasta por quien lo vería y quien no. A corta edad, aprovechaba sus ratos libres en dibujar, pintar o escribir frases sueltas. Leía poco, por capítulos, se detenía en alguna frase que lo cautivara y reflexionaba en ella, el resto del día o semana. Buscaba referencias, alguna interpretación ajena, otras cosas escritas al respecto y luego retomaba la vieja lectura. Solo aquellas ferias ambulantes de libros podían detenerlo un rato, por lo demás, si necesitaba algo, era concreto y directo. Iba por aquello y regresaba inmediatamente a hacer lo que quedara por hacer. En esos momentos, revisaba forros, títulos, resúmenes, autores, ediciones, olores, etc. Tenia predilección por ciertos escritores, pero cedía también a aquellos que hubiesen formado algún circulo fraternal de estos. Amistades como Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sabato, Valdelomar y hasta una insinuación para que se escribiera Escrito a Ciegas, lo llevo a interesarse por Celia Paschero. Leía por gusto y no por mandato. Por eso no trazo al Hidalgo en su infancia, ni a Homero o a Sófocles. Aunque los conoció, por alguna representación teatral de sus viejas escuelas, o labores que dejaban y que no terminaba de hacer, cambiándolas por dibujos o tareas complementarias que se dejaban, a quienes no cumplían dichas lecturas. En alguna revisión infantil, supo reconocer la motivación que le genero el personaje de Oscar Wilde en una frase de algún viejo libro que contenía materias varias. Siendo este su primer referente y el primero al que desearía leer con seriedad, por el placer de leer. Luego por importancia y sorpresa llego al Hidalgo, a Homero y Sófocles, pero por indirectas de Borges, Sartre, Camus o Freud. Relacionaba su interés en los libros, como hoy normalmente relacionamos algún titular de un periódico, para comprarlo. Por sus personajes, narrativa, historia o vida. Algunas decepciones quizás hubieron, al suponer una relación entre el atractivo de una vida y la idea de un verso. Aveces se inclinaba por la anécdota de algún escrito que por su obra y en otras le importaba mas sus lineas que dicha existencia. Ambos escenarios, aunque se ajusten o diferencien por hechos reales, para el solo figuraban, todos, en el espectro de la imaginación. Algunas veces lo contaba de forma suelta, te traía por ejemplo alguna linea de Vallejo en medio de una conversación sobre la situación política actual, suponiendo de igual modo, que todo ello era una mera fantasía, quizás dijera para interrumpirlos: el lóbrego mamífero que se peina.
Nota: Soy una pieza en un inmenso rompecabezas que solo se completa cuando tu estas acá, conmigo.
Nota: Llevamos meses sin hablarnos y no se como sobrellevarlo, me distraigo constantemente contigo sin la fuerza necesaria, ni la razón que la acompañe para escribirte. Ya que la alerta, he sabido bien, solo generaría un desastre. Ahora bien, supongo o mejor dicho, quisiera suponer, que mis pretensiones son también las de el. Lo que, ante tantas pausas, solo acrecientan el muro que nos es imposible derrumbar.
Nota: Se entiende que las relaciones homosexuales solo se ajustan a los impulsos, animalizandonos, sin embargo creo, que la representación comercial o rutinaria, que se ve en nuestro entorno, tan básica, afeminada y caricaturizada es compartida también en el ámbito heterosexual. La capacidad de amar, esta equiparada con nosotros mismos, con nuestras propias capacidades. No me puedo imaginar a aquellos grandes ilustres, de los cuales tengo tan alto afecto, en situaciones y comportamientos que llegan al idiotismo. Pero existen claro esta, en ambos ámbitos o géneros como quieras llamarlos, personas que arriesgan todo por absolutamente nada, arrojados al engaño de una idea alejada de todas sus posibilidades. Alineándose respecto a lo que quisieran ser y no pueden, al negar algo tan simple como su contexto, comprendido por la educación y las circunstancias. Hay aun quienes aman sin saber donde están y hacia donde van. Y al ser estos los mas, lo toman como un modelo para encerrarnos a todos. Yo no me siento así, no lloro la simple negación aunque me enerve el engaño. ¿Oscar Wilde o Truman Capote habrían lanzado alaridos infantiles ante algún rompimiento? El primero dejo entrever la decepción del causante de su encierro en una carta, consciente de no esperar alguna respuesta. El segundo sabia sobrellevarlo todo con una enigmática sonrisa. Su inteligencia podía encaminarnos a la cama con infinitas y encantadoras pre-escenas, llenas de ironía y astucia. Contrarias a la frialdad de un juego de miradas y de instantáneas copulaciones, en donde se intenta diferenciar entre la fuerza de sus acciones, al dominante y al dominado.
Hoy te amo, luego de tantos juegos y cinismos. Pero te amo, por que supiste inventarme en tus relatos, copiados de tantos libros leídos, o mal interpretados, que te atribuiste a fin de romper el silencio que existía en nuestra cama. Te amo, por que me hiciste parte de esas historias, que escritas por otros, muchos años antes de conocernos, de haber nacido incluso, las volviste actuales, encontrándonos en sus líneas, en los momentos precisos de cada mañana, antes de aquel vaso de agua que calmaba en algo lo agotados que terminábamos.
Nota: "No puedo llamarte PUTA por que es un calificativo mas ofensivo cuando es lanzado hacia una mujer, que hacia un maricón como tu". Ya ni se como ofenderte como lo desearía, con una culpa que quisiera marcarte y que actué en ti de tal forma, que todas tus futuras acciones te recuerden a mi. A aquella noche ajena, en donde ponías a pruebas tus miedos, donde ocultamente buscabas una culpa para seguir queriéndome y donde quebraste la única fuerza que podía mantenernos: la confianza.
Nota: Darle solo importancia al castigo.
Nota: ¿Retomar alguna relación? Extraño. No concibo volver a enamorarme. Aunque siento la horrible sensación de confesarme un cobarde. Un indefenso ante cualquier fuerza que asimile algún afecto. Queda advertirle a quien venga: ¡No me defraudes!
Escena final: J. termina contando la historia a un J. mayor que le responde: No es de preocuparse, encontrar un amor con un buen final es lo mas extraño.
J. ya adulto, quien había escuchado atentamente su propia historia y habiéndola concluido a fin de que su versión mas joven sintiera menos pesar, se retira de aquella pieza rumbo a tomar el bus que necesitaba para llegar a su casa, esa que se demoraba una hora en pasear por varios distritos, cediendo su asiento y sentándose luego, para mirar las instantáneas de las casas que dejaba pasar. Se bajo antes en el viejo mercado de su distrito. Lo camino como de costumbre, había olvidado lo que estaba buscando, pero paso mirando el comercio ambulatorio que ocupaba las veredas, las mismas que lo obligaban a empujarse con otros transeúntes. Miraba siempre lo que se estuviera vendiendo, quizás se bajo para ver que podría encontrar. Luego se detuvo en un local a comer un triple de pollo al paso con un refresco. Paso al regreso por la figura del fray martín. Siempre se pausaba a mirarlo. Luego siguió su camino hasta la casa, caminaba por toda la Av. Saenz Peña hasta llegar a la Av. Paz Soldan. La vista era la misma, si tenia suerte alcanzaba a escuchar al viejo que tocaba su saxofon, quien a duras penas pudo escucharlo una vez, cuando se le pregunto si hacia eventos particulares. Las veces que lo encontraba, se quedaba viéndolo mientras acompañaba con su instrumento la música que salia de un parlante. Esta vez no lo vio, por lo que camino como de costubre por esa avenida para voltear en su termino hacia el municipio del Callao, que bordearía por, no sabemos ya cuantas veces, para llegar al barrio de bloques donde se situaba su nicho, o aquel escenario teatral que llama hogar. Tocaría la puerta, después de abrir la reja que la resguarda, esperando que alguien le abriera. A esa edad, quien sabe, podría estar ahora esperando en vano, siendo esta característica (falta de llevarse siempre sus llaves) una causa que lo comprometiera a quedarse, como otras veces, sentado en las gradas de su puerta para ver los carros pasar en esa berma desnivelada donde los carros a cierta velocidad acostumbraban a darse siempre un salto.
pero todo está claro
y es más dulce
más útil
sobre todo más dulce
reconocer que el tiempo está pasando
que está pasando el tiempo y hace ruido
y sentirse de una vez para siempre
olvidado y tranquilo
como un cero a la izquierda.
MB
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