Me viene a la mente tu figura mientras acaricio la madera del mueble que se sitúa cerca a mi reposo. En el proceso observo mi mano ondearse y apretarse en el tirador de los cajones, sintiendo un leve agrado por su forma, su revés me desagrada, es verdad y me hace acordar tu punto de vista al respecto. Contrariábamos nuestras percepciones. Yo apreciaba la desenvoltura de tus dedos, la grande palma que sabias hacer volar en la palabra. Tu renegabas de ellas, lo que me hacia comentarte aquella afirmación de algunos, respecto a que la balanza de un rostro agradable haya sido siempre la fealdad de la base de sus extremidades. Sin embargo, esta para mi, siempre ha sido una calificación variable, dependiendo de la idea de belleza y de la percepción que se tenga sobre la misma. Hoy podría definirse alguna razón de encanto a la delgadez, una tez blanca y la simetría de algún rosto. Para mi, toda gracia siempre ha consistido en apreciar los defectos, llegando siempre a querer aquello de lo que uno se avergüenza. Mis ganas han consistido en hacer lo que he querido y siendo consciente de no haber logrado, en muchas veces, ello, es que, a causa de la reincidencia, he amado también el fracaso. Hoy pongo la cabeza donde hace un momento descansaba mi gato, así de solo estoy y no me amargo.

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