miércoles, 21 de noviembre de 2018

Fecha de caducidad

Olvidar también es dejar de tener en el afecto a una persona o cosa. Que sin borrarla de la memoria, ya no tenga la eficacia de obrar en tus acciones y conductas. Es decir, que ya no te modifique. Lo recomendable de ser posible, aunque la tarea sea ardua, es olvidarse de la desesperanza y del dolor infecundo. 

MAD
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Ella venía con hambre de estar conmigo 
e intente satisfacerla con una aceituna, un pedazo de jamón y algo de queso fundido. 
Un par de panes calientes en mantequilla. 
Unos refrescos de maíces y de duraznos. 
Sus manos sabían ocupar todo 
y su rostro jalaba miradas extrañas. 
Con la preocupación de no sobrepasar aquellas esquinas oscuras, 
decidimos refugiarnos en el frio del mar. 
Caminamos hasta la morada de quietos veleros, 
cuyas luces ondulaban en la marea. 
Ella restaba las horas cada vez que íbamos a vernos y era feliz. 
Yo buscaba razones para tal emoción. 
Y mientras discutíamos nuestras inseguridades 
no pude evitar ver, como en sus ojos marrones 
las luces de aquellos veleros también temblaban. 

Cuando la conocí, buscaba la trama de una nueva historia. 
Una mentira que si valiera la pena 
y que no comprometiera mayores afectos. 
La certera que da la ceguera y el cinismo. 

Sin embargo complejos como somos. 
Arbitrarios y mañosos. 
No resultaba extraño que de tantos escenarios inventados, 
eligiéramos aquel, en el que nos sintiéramos más cómodos. 
Una cama que nos envolvía en sus sabanas. 
Con el fuego que apaciguaban sus besos en mis manos. 

Hoy que vivimos con cierta calidad de vida, 
como aquellos que saben su final. 
Puedo decir, que en cada broma ocultaba una verdad. 
Y en cada adiós, un hasta luego. 
Ciertamente eres la mejor historia no inventada que haya tenido. 

… no quiero ser feliz con permiso de la policía.
Martín Adán.

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