Te veo en la pantalla y con los dedos, toco pecas de cristal.
Estaba lloviendo y te acercabas, me causo gracia ver, que quien cargara tu mochila era otro. Un paciente caballero. Sin envidias y sin miedos, te vi del segundo piso y desapareciste debajo de aquel balcón colonial, al día siguiente, ya cada uno tenía sus pesos, el mío más ligero claramente, ya el olvido también era una victoria y un perdón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario